viernes, 21 de junio de 2019










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La Calle del Árbol

En una época lejana de la segunda mitad del siglo XXI, a la ciudad de Tunja llegaban con frecuencia extranjeros atraídos por el ambiente ilustrado y en busca de paz para el espíritu. Extranjeros y locales disfrutaban de la ciudad en el ejercicio de las Artes y Letras. 
  
En la Ciudad; para tal fin, había puntos de encuentro en donde los vecinos se encontraban dos sucesos diarios y contaban las costumbres y los quehaceres. Tal sucedía con la calle del Árbol, punto de referencia para la conversación placentera era un hermoso árbol cuyas ramas casi tocaban las ventanas del segundo piso de un hermosa casa solariega, en la que ha de desarrollarse esta historia. Procedentes de Pamplona y ocultando un misterioso pasado, del cual solo se llegó a saber años más tarde, acaecidos en la Ciudad de Carora cuna de grandes hombres y hermosas tradiciones y cultura, Venezuela, llegó a la ciudad una familia que parecía ser muy ilustre por su parte y costumbres cortesanas. 
 
Se trataba de Don Jorge Voto, su hermosa mujer Doña Inés Hinojosa, Juanita, su joven e inocente sobrina y Don Pedro de Hungría, que al parecer no tenia con ellos ninguna consanguinidad. - ¡En esta pacifica ciudad estaremos tranquilos por el resto de nuestros días! - había dicho Don Jorge a Inés de Hinojosa, mirando la Ciudad desde los cerros y aún sin bajarse de los caballos. 
 
Se instalaron a vivir en la casa solariega de “la Calle del Árbol” Don Jorge Voto, su mujer y su sobrina. No necesitaron mucho tiempo para llamar la atención en la ciudad. La exuberante y extraña belleza de Doña Inés, (mitad India y mitad Española), la ingenuidad y dulzura de la núbil Juanita y el exquisito porte afeminado y galán de Jorge Voto, profesor de danza, pronto formaron parte del tema central de las reuniones de té de las damas y de las mesas de cantina de los encomenderos. Sobre todo del lenguaje descarnado y vulgar de los españoles. ¡Por la madre miá que está en España que esa mujer ha de ser para mi! - Recia Don Pedro de Rivera, encomendado de Chivatá, al misterioso Pedro de Hungría con quien había entablado una reciente amistad alrededor del vino, mientras su hermano Hernàn, dormía los efectos del alcohol sobre la mesa. Y os ayudaré para tal fin, os lo aseguro. - Dijo Hungría. - ¡Claro que eso costará un par de maravedíes! Satisfecho Pedro de Hungría apura su copa pensando que sus intenciones de venganza iban a cumplirse pronto de lo debido. 
 
Pedro de Hungría venia siguiendo a Inés de Hinojosa y Jorge Voto desde la ciudad de Carora en Venezuela, donde la Hinojosa, confabula con el bailarín, habían asesinado a su primer marido Don Pedro de Ávila. Pedro Bravo trazó un plan para acercarse a Inés, fingiendo estar enamorado de Juanita, y así fue como obtuvo la entrada a la casa de Jorge voto, quien la pasaba en reuniones sociales demostrando sus dotes de bailarín y sirviendo de consejero espiritual a otras mujeres desdichadas. 
 
Un día Pedro Bravo, aprovechando que Juanita se encontraba indispuesta y Jorge Voto dictaba sus clases de danza, aprovecho la oportunidad y le confesó su amor a Inés en medio de floridas y promisorias palabras. Tal declaración de amor impresionó mucho a Doña Inés, quien a solas recordó con ansiedad todos sus sufrimientos y sobre todo el desinterés por su belleza, en el que había caído Voto. Además, la propuesta de aquel hombre rico y apuesto le llamó la atención accediendo a los pedimentos amorosos de Don Pedro. A partir de allí los dos amantes comenzaron a arreglársela para verse sin que nadie lo notará, y una de las formas más osadas consistió en comprar la casa vecina y abrir una puerta que comunicara sus dos alcobas. 
 
Y allí entro el rostro iluminado de Juanita y el rostro ansioso de Inés, Bravo de Riera se entregó durante varios meses a su juego de amor. En medio de esta pasión desbordada, la figura de sus marido, éste se convirtió en la próxima victima de Doña Inés, de la misma manera que lo fuera Don Pedro de Ávila en Carora, como si el destino se le desvolviera para cobrar su pecado. Así que este encuentro clandestino, Doña Inés fue alimentando la determinación de que el mismo Pedro Bravo de Rivera se encargara de desaparecer a su marido el danzarín. 
 
Don Pedro cayó en la telaraña de los besos de su amante y aprovechando el interés de Pedro de Hungría en tomar ventaja contra Voto a Inés, efectuaron un plan macabro, el cual se llevó a cabo al dedillo como lo ejecutó Bravo. Indujeron a Voto asistir a un homenaje que ellos mismo le brindaron con abundante vino y cuando lo emborracharon lo condujeron a Santa Lucia, el lugar apropiado de la Ciudad, muy cerca de la plaza principal pero lleno de maleantes y allí lo abandonaron acompañándolo solo de su vihuela, el instrumento musical que le abrió las puertas de la exigente sociedad del momento, no solo en Carora sino en Pamplona y Tunja. Perdido y ebrio en aquel antro, Voto caminó en la oscuridad buscando el regreso al centro. 
 
Al final de un callejón Hernàn Bravo, encargado del puñal, y Pedro de Hungría con un farol en la mano. Como serpientes tras la presa, esperando silenciosos y en un abrir y cerrar de ojos el puñal buscó la carne en repetidas ocasiones quedando el cuerpo inmóvil sobre el empedrado. Lo que sucedió después fue de público conocimiento. Se regó la noticia como la desgracia y la gente vio correr a Inés despavorida por la plaza rumbo a Santa Lucia, y fueron testigos sobre el cadáver de su marido, implorando toda sus virtudes a gritos desgarradores, en una imagen digna de la mejor actriz de una tragedia griega. 
 
La investigación del crimen no se hizo esperar y el alguacil que ya había reunido importante información sobre la criminal procedencia de Inés y de Pedro de Hungría, ató sus cabos y confirmo sus sospechas. El mismo presidente Don Andrés Dìaz venero de la ley hizo acto de presencia y exigió que el crimen no quedase en impunidad. Hernàn Bravo entregó y confesó el crimen culpando como intelectual a Pedro Bravo su propio hermano. Inés de Hinojosa y Pedro fueron puestos presos en las mazmorras del tribunal y allí tuvieron tiempo de reflexionar y esperar su sentencia. 
 
Pedro de Hungría como una sabandija, al verse acorralado desapareció de la ciudad amparado por las sombras de la noche y hundido en el misterio nada se supo que fue de él y cuenta la gente que este extraño personaje tenia el raro poder de convertirse en árbol, piedra o animal. Inés de Hinojosa fue sacada de la cárcel y exhibida para escarnio público por todas las calles de Tunja. Llevada hasta el árbol frondoso de su propia casa, que fue testigo silencioso de todos los hechos, y colgada. 
 
Allí mismo, en el piso y sobre un tronco, fue decapitado bajo el árbol Pedro Bravo y de la otra rama colgado su hermano Hernàn. El árbol se secó poco tiempo después de ejecutadas las sentencias. Los pobladores durante muchos años no volvieron a pasar por allí sino de día , porque en las noches de luna llena se vio el árbol frondoso sostener en la rama principal el cuerpo esquelético de una mujer, y abrazado a sus piernas un hombre sin cabeza. 


 Fin






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